30.5.05

El domingo es el día de la muerte, no caben dudas. Ocio, nada para hacer, resacas del fin de semana, silencio, quietud acaparándonos la vida.

Recuerdo cuando era chico; domingo, día de familia, asado y mates por la tarde; chismes, patios, reposeras, algún que otro vecino tocaba el timbre y se unía al grupo. Las calles estaban listas y vacías para salir a correr y hacer lo que generalmente hacen los pibes, jugarse alguna popa y despertar viejas de siestas. Bastaba detenerse en el medio de la calle y quedarse así, muy callado, para sentir un atisbo de inquietud en la boca del estómago, soledad, desamparo y miedo. De repente alguien tocaba nuestro hombro y era el turno de perseguir a los demás.

Hoy no sé. Pareciera que todo sigue igual en la quietud de este día; que el asado se arrebató, el mate está lavado y el chisme de doña Pocha no es nada novedoso. En la tele dan una película repetida.

Una gran siesta, la vida.

Hoy domingo me detengo como antes, veo al tiempo pasar un instante, escucho el silencio, y siento que la muerte está ahí a punto de llegar a mi hombro y marcarme una popa.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"siento que la muerte está ahí a punto de llegar a mi hombro y marcarme una popa..."
Esa frase fue un poco fuerte, pero me gustó mucho.

10:15 a. m.  

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