3.4.10

Este blog llega a su fin. Me terminé dando cuenta que es muy bonito y prolífico tener varios blogs temáticos dispersos en la web, pero al fin y al cabo, dadas las obligaciones de este mundo de hoy en día, el tiempo y la dedicación disponibles a la hora de crear algo nuevo para cada uno, no alcanza. Y así fueron quedando abandonados uno tras otro. Para que esto no vuelva a suceder, voy a juntar todo el material de mis blogs en uno solo, y seguir la posta de allí en adelante, formando un aquelarre multitemático. El material viejo, más lo nuevo que vendrá con el correr del tiempo, lo podrán encontrar en la siguiente dirección, blog único y definitivo de ahora en más.


Les dejo un saludo, y nos seguimos viendo por allí.

Juan Cruz Mateu.

4.3.06

- ¿Qué es lo que más te gusta de mí?

- Todo aquello que no puedo explicar.

- Pero; ¿qué es lo que no tiene explicación?

- Lo que más me gusta de ti, claro.

- Ah...

- Te amo tanto.

25.10.05

La persona-persiana, esa que cierra ante la persona-presiona.

28.9.05

Toda una vida persiguiendo la felicidad. Quizás si dejáramos que nos alcance...

3.9.05

Anoche soñé contigo. Fue tan hermoso que la realidad me da lástima.

19.8.05

La luna es un queso gruyere estampado de nubes.

Vean, ya, suban escaleras, pisen techos, coman cielo.

El instante se va y una pantalla de ordenador.

7.6.05

Qué ironía. Abandonar un vicio cuesta tanto como olvidarse de un ser querido. Visto desde una óptica diferente, pareciera que el vicio nos toma tanto afecto que no nos puede dejar así, a la deriva con la realidad y el peligro constante de nuestro pensamiento.

Pobre el mal hábito; después de tanto tiempo y fiel compañía, incondicional ante todo. Nunca una queja, nunca un planteo, siempre dispuesto a complacer. Tan aferrado y tan parte nuestra; el hijo del exceso abandonado. Una lástima.

Oh, el desarraigo, triste condena de los vicios.

Ahí tienen una buena excusa. Ahora vayan, fumen tranquilos.

1.6.05

El vaso de leche chocolatada. Virginia me llamaba "ternero guacho".

Me estuve mirando los dedos un buen rato. No encuentro esos pequeños semicírculos blancos que se forman en la base de las uñas y las dejan tan bonitas. Inclusive si las veo a contraluz, están rugosas, sin brillo. Falta de calcio, me dijeron; tomá leche. Ahí me acordé de Virginia, la que no dormía siestas y se quedaba conmigo en la cocina, jugando a cosas que mi memoria anuló vaya a saber uno por qué; la cuestión es que la pasábamos muy bien. Ella los mates, yo el lactante. Buen recuerdo.

Fui a la heladera y me preparé un vaso. Ya no usamos más el colador; ni siquiera la hervimos. Intenté sacar cuentas. No recuerdo cuando fue mi última chocolatada. Antes el pibe se zampaba medio litro en un santiamén y tenían que andar escondiendo los sachets en lugares tan ridículos como la mesita de luz (los domingos solían pasar esas cosas). Disfrutaba el vaso y los sorbos con algún pedazo de algo para el buche, desparramado en cualquier lugar; generalmente el patio, mirando el cielo a través de la parra. Era una estricta y agradable rutina.

Y ahora nada; que pasó, che.

- Señor Juan, no me venga con planteos. Vamos, se me mira en el espejo rapidito. Ese es usted. ¿Quién es hoy, gurrumín desfachatado, qué hace hoy, vida mía?

- Ah, cierto, hago eso; la vida. Ando ocupado, ¿vio?. Como dijo Lennon.

- Ahora sí mi niño, vuelva a su lugar sin chistar.

- Pero mire como tengo las uñas.

30.5.05

El domingo es el día de la muerte, no caben dudas. Ocio, nada para hacer, resacas del fin de semana, silencio, quietud acaparándonos la vida.

Recuerdo cuando era chico; domingo, día de familia, asado y mates por la tarde; chismes, patios, reposeras, algún que otro vecino tocaba el timbre y se unía al grupo. Las calles estaban listas y vacías para salir a correr y hacer lo que generalmente hacen los pibes, jugarse alguna popa y despertar viejas de siestas. Bastaba detenerse en el medio de la calle y quedarse así, muy callado, para sentir un atisbo de inquietud en la boca del estómago, soledad, desamparo y miedo. De repente alguien tocaba nuestro hombro y era el turno de perseguir a los demás.

Hoy no sé. Pareciera que todo sigue igual en la quietud de este día; que el asado se arrebató, el mate está lavado y el chisme de doña Pocha no es nada novedoso. En la tele dan una película repetida.

Una gran siesta, la vida.

Hoy domingo me detengo como antes, veo al tiempo pasar un instante, escucho el silencio, y siento que la muerte está ahí a punto de llegar a mi hombro y marcarme una popa.

26.5.05

Cuanto menos piensa y más plácido vive, al moverse la foto en un tímido cambio, el humano encuentra verdad, y esa costra que trae lo cotidiano desaparece un momento. Y vemos.

Trato mal a mi madre. De la peor y más denigrante forma: frente a las demás personas que por lo general comparten su tiempo con el nuestro. Ante extraños y anónimos entes que van y vienen por el día y se llevan nuestras acciones. Grito, discuto, la humillo, juego a maltratar su moral en cada ocasión que se presenta.

Pequeño paréntesis. Tanto mi madre como yo somos de carácter fuerte, impulsivo, con tendencias casi idénticas (los que crean en el horóscopo y la astrología tendrán bastante al saber que cumplimos años con un día de diferencia y somos de escorpio, ese signo al que la gente responde con caras de algo por el estilo). Vaya otra pequeña pero no menos importante aclaración, no hay odio en nada ni nadie; nuestra relación es muy cercana, ya que mi padre está lejos y fui criado a la fuerza, como la vida ha ido saliendo. Somos idénticos, diferentes al mismo tiempo; y por decirlo de alguna forma, siempre competimos, discutiendo, gritándonos, con la interminable necesidad de cambiarle un poco la cabeza al otro y dar por el piso con todas sus ideas. Eso es lo que hacemos, en lo que nos hemos convertido: antagonistas. Mal que nos pese, es nuestra forma de demostrar cariño mutuo.

Trabajo atendiendo al público en un local que ofrece internet, o lo que todos llamamos ciber; gente va y viene todo el tiempo, encontrándose con alguna que otra escena entre los dos. Las expresiones resultantes, todo un abanico de ellas. Anoche una amiga muy cercana, Alejandra, fue testigo de uno de estos momentos, y no dudó en remarcarme lo que estaba haciendo con mi madre. En un instante preciso llegué a sentirme basura en su estado más puro; luego pensé en otra cosa. Porque lo que he redactado hasta aquí es la excusa a lo siguiente.

En toda mi vida, en todo el tiempo que venimos tratándonos así con mi madre, la única persona que alzó la voz para exponer su pensar, ha sido Alejandra. Esto no sólo bien habla de ella, sino que me lleva a pensar en los demás. En la inacción de la gente, en la hipocresía, la falta de compromiso; los monos que no ven, no oyen y no hablan. Ese estigma que llevamos encima, esa forma que nos han enseñado, la de no entrometernos para no buscar problemas, y de esa manera alejarnos más de lo que más importa, el otro, el que tenemos al lado o más allá. Aquel que de una manera u otra fuimos, somos o seremos.

No intento redimir mis acciones con lo que digo. Me doy asco; pero más asco me da el mundo. Una vez resueltas las cuestiones individuales, son libres de extenderse a lo colectivo.

25.5.05

Pocos días y serán tres meses. Hace tres meses que no escribo nada. Verán, la gente en ocasiones dice que soy un escritor, como así llaman asesino al que mata. Encajan un molde y ahí nos quedan, o mejor dicho, nos quedamos, ya sea porque sin darnos cuenta encontramos una vertiente que nos sienta bien para el ego, o peor aún, porque nos creemos eso que nos han puesto encima. Hoy cuando me salgo e intento ver por fuera, me encuentro con un tipo que escribe. Pero vale y me pesa lo que sé hay adentro. Porque soy hereje de mi religión, la escritura, y falso ídolo de la misma.

Siempre me ha gustado leer, hago memoria y veo a ese pibe, en un principio con el Salvador Gaviota o el Principito en las manos; pero me incentiva más otro recuerdo de esos tiempos, mi madre sacando de una caja sucia los cuentos completos de Edgar Allan Poe adquiridos en el Círculo de lectores. Tenía siete u ocho años y estaba obsesionado; varias noches no pude dormir a causa de aquellos cuentos. Las imágenes de entierros prematuros, gatos negros, sonidos de corazones y péndulos desde el techo no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. No, no tenía miedo, aquello no tenía nada que ver con el miedo. Pensaba en Poe. No podía dejar de hacerlo, lo envidiaba hasta odiarlo, era su prisionero y esclavo. No me importaba la familia, ni la escuela, ni mis amigos. Era pequeño y las obligaciones inexistentes; sólo el tiempo para aprovecharlo. Y quise eso, quise meterme en la mente de la gente, inventar mundos e historias para permanecer, dejar una huella en todos los que pudieran leer. Luego de grande escuché y leí bastante sobre este tópico y me sentí estafado en mis pensamientos, ya que no era la primera persona en pensar así, claro. Lo mismo pasó cuando escribí uno de mis primeros relatos, y alguien me dijo "¿Leíste el Retrato de Dorian Gray?". Conseguí el libro, lo leí, y me di cuenta que mejor sería el campo y un arado bajo el sol, sin que nadie me molestara más que las moscas que siguen a las vacas.

Luego de la depresión del pequeño, luego de las desilusiones, seguí haciendo lo mismo, escribiendo. Ahora soy grande y hace tres meses que no escribo nada. No es la primera vez que me pasa. Y no es la primera vez que me pregunto por qué no puedo escribir, porqué no quiero hacerlo la mayoría de las veces.

Es que me pasa la vida, y me pasa por encima. No voy a entrar en detalles ahora, quizás lo haga a medida que este sitio comience a tomar forma. Esa es la razón de este blog, el poco sentido que puedo encontrarle. Tampoco quiero escudarme y despotricar contra las obligaciones que nos trae el mundo adulto, porque sé que muchas veces he utilizado la excusa para sentirme cómodo, escapar a las oportunidades como buen ser humano.

En fin, por ahora esto. Nada de creación literaria, sólo lo que vaya escupiendo en oportunidades. Quizá esto me lleve a encontrarme de manera más cercana a las letras, y así vuelva a escribir algo de lo que mi tonto ego se sienta orgulloso. No escribo para mí, nadie lo hace; en el fondo lo sabemos todos. Ya mucha gente ha hablado de ese tema y no voy a hacerlo de nuevo.