25.5.05

Pocos días y serán tres meses. Hace tres meses que no escribo nada. Verán, la gente en ocasiones dice que soy un escritor, como así llaman asesino al que mata. Encajan un molde y ahí nos quedan, o mejor dicho, nos quedamos, ya sea porque sin darnos cuenta encontramos una vertiente que nos sienta bien para el ego, o peor aún, porque nos creemos eso que nos han puesto encima. Hoy cuando me salgo e intento ver por fuera, me encuentro con un tipo que escribe. Pero vale y me pesa lo que sé hay adentro. Porque soy hereje de mi religión, la escritura, y falso ídolo de la misma.

Siempre me ha gustado leer, hago memoria y veo a ese pibe, en un principio con el Salvador Gaviota o el Principito en las manos; pero me incentiva más otro recuerdo de esos tiempos, mi madre sacando de una caja sucia los cuentos completos de Edgar Allan Poe adquiridos en el Círculo de lectores. Tenía siete u ocho años y estaba obsesionado; varias noches no pude dormir a causa de aquellos cuentos. Las imágenes de entierros prematuros, gatos negros, sonidos de corazones y péndulos desde el techo no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. No, no tenía miedo, aquello no tenía nada que ver con el miedo. Pensaba en Poe. No podía dejar de hacerlo, lo envidiaba hasta odiarlo, era su prisionero y esclavo. No me importaba la familia, ni la escuela, ni mis amigos. Era pequeño y las obligaciones inexistentes; sólo el tiempo para aprovecharlo. Y quise eso, quise meterme en la mente de la gente, inventar mundos e historias para permanecer, dejar una huella en todos los que pudieran leer. Luego de grande escuché y leí bastante sobre este tópico y me sentí estafado en mis pensamientos, ya que no era la primera persona en pensar así, claro. Lo mismo pasó cuando escribí uno de mis primeros relatos, y alguien me dijo "¿Leíste el Retrato de Dorian Gray?". Conseguí el libro, lo leí, y me di cuenta que mejor sería el campo y un arado bajo el sol, sin que nadie me molestara más que las moscas que siguen a las vacas.

Luego de la depresión del pequeño, luego de las desilusiones, seguí haciendo lo mismo, escribiendo. Ahora soy grande y hace tres meses que no escribo nada. No es la primera vez que me pasa. Y no es la primera vez que me pregunto por qué no puedo escribir, porqué no quiero hacerlo la mayoría de las veces.

Es que me pasa la vida, y me pasa por encima. No voy a entrar en detalles ahora, quizás lo haga a medida que este sitio comience a tomar forma. Esa es la razón de este blog, el poco sentido que puedo encontrarle. Tampoco quiero escudarme y despotricar contra las obligaciones que nos trae el mundo adulto, porque sé que muchas veces he utilizado la excusa para sentirme cómodo, escapar a las oportunidades como buen ser humano.

En fin, por ahora esto. Nada de creación literaria, sólo lo que vaya escupiendo en oportunidades. Quizá esto me lleve a encontrarme de manera más cercana a las letras, y así vuelva a escribir algo de lo que mi tonto ego se sienta orgulloso. No escribo para mí, nadie lo hace; en el fondo lo sabemos todos. Ya mucha gente ha hablado de ese tema y no voy a hacerlo de nuevo.

3 Comments:

Blogger Udi said...

A no desesperar. te recomiendo el texto "Empantanado" de O. Soriano.
Si lo encuentro esta noche te lo mando.
Un abrazo psicópata
http://udi414.blogspot.com/

12:33 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No importa a quién escribas no importa el motivo por el cual lo hagas... tenías razón en muchas cosas... las cosas, la gente, uno mismo cambia contastemente... y sentir que el mundo te pasa por encima ó muchas veces el querer escapar ... puede ser esa una manera de sentir que estás cambiando... y cambies de la forma que cambies... sé y sabés que en realidad en el fondo te gusta ser una buena persona... sólo que... como te lo dije alguna vez... no todos podemos doblegar nuestro orgullo para seguir siendo fuertes sin dejar de ser tiernos...
De cualquier manera... con mierda o sin mierda ...
YO TE QUIERO COMO IGUAL!!!
ale

8:46 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A mí tb me producían esos síntomas los relatos de Edgar.
Entro ya muy poco, fue grato encontrarte otra vez.

1:23 p. m.  

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